Ya en Atenas esperando a mis compañeros, los de allí me pidieron que les enseñase la nueva doctrina cristiana. En medio del Areópago di mi discurso dirigido a los atenienses, al acabar mi discurso, unos se rieron, otros no lo tuvieron en cuenta mientras que otros si creyeron en la palabra del Señor, entre ellos Dionisio Areopagita, Damaris y algunos otros con ellos.
En Tesalónica tuvimos problemas con los judíos, muchos de los de allí se pasaron al cristianismo, por la envidia producida algunos judíos convocaron y armaron algunas revueltas. Al final nos dejaron marchar. Algo parecido pasó en Berea, allí predicamos la Buena Nueva, mas los de Tesalónica, al enterarse que también habíamos acudido a Berea, fueron allí para armar alboroto. Los hermanos me hicieron marchar a toda prisa a Atenas, mientras que Silas y Timoteo se quedaron en aquel lugar. Les envié el mensaje en el que ponía que debían llegar a donde yo lo antes posible.