Después de mi encuentro con Jesús, permanecí algunos días con los discípulos de Damasco, muy atentos y amables conmigo, y de inmediato me puse a predicar con ellos. Notaba que la gente me miraba de una forma extreña, supongo que porque habrían oído hablar mal de mi o porque simplemente no veían muy normal que un fariseo perseguidor de cristianos se pusiese a anunciar la palabra del Señor; pero yo cogía fuerzas y demostraba que había cambiado...
Días después, los judíos, siendo conscientes de que ahora predicaba el mensaje del Hijo de Dios, tomaron la decisión de matarme. Gracias a los discípulos, pude esconderme y huir a Jerusalén, mi próximo destino.Cuando llegué, los discípulos que allí residían estaban bastante fríos conmigo, no me creían; pero gracias a Bernabé...al que tengo que agradecer tanto..conocí a los apóstoles. Con ellos prediqué durante un tiempo, al enterarse de mi situación con los helenistas y judíos (Damasco), no dudaron en llevarme a Cesarea y enviarme a Tarso, donde estaría más seguro.
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